Gracias al avance científico y tecnológico se puede contar hoy día con un buscador como Google que pone a nuestra disposición todo el conocimiento necesario para despejar antiguos y nuevos mitos, al brindar información histórica en lugar, de infundados asertos. El problema está en la pregunta y el buen criterio del interesado.  

En un reciente artículo del doctor Elmer Huerta,  publicado en el diario El Comercio, luego de proporcionar información puntual, ha dejado sentado que: “El uso medicinal de la marihuana -que repetimos es completamente diferente al uso recreativo de la planta- es una realidad científica actual que no resiste ya ninguna oposición racional”. 

El proyecto de ley presentado el pasado 22 de febrero por el Ejecutivo a la presidenta del Congreso, presumiblemente elaborado por las ministras de Salud y de Justicia y Derechos Humanos, ha respondido rápidamente y con sentido de urgencia a las protestas públicas de las madres comprometidas con la marihuana medicinal. Sin embargo, el proyecto de ley, limitado por dos años al menos, sólo legitimaría la importación de los pocos fármacos de la industria formal, los que son de alto costo según señala el doctor Huerta. La información médica fundamento del proyecto, recogida es abundante y consolida definitivamente su carácter medicinal. No obstante, registra igualmente, la sesgada óptica oficial que margina la consolidación de la planta.

Por tratarse de un problema de salud integral, se debió poner al menos en duda el carácter “tóxico”, nocivo, de una planta medicinal tan reconocida, y usada mundialmente como es la marihuana.

Pocas personas ponen en duda lo establecido. Menos aún los funcionarios e invitados a la Comisión ministerial que estaría elaborando el reglamento. Ninguno debe haberse preguntado el origen de la prohibición de la planta que no es otro que el fallo mantenido por la Organización Mundial de la Salud, consagrando la mirada psiquiátrica mantenida en nuestro medio por la propia ley (D.L 22095,1978), apoyada por Devida y Cedro.

Creo, por eso, que la distinción entre marihuana medicinal y la llamada “recreativa” es innecesaria y equívoca, puesto que en ambos casos se aprovecha las ventajas medicinales de la planta en oposición a los efectos considerados “peligrosos” y “adictivos” de tal uso.

Preciso desde ya, que estamos hablando de lo que se entiende como revolución científica (Khun, 1962), esto es un cambio de paradigma, al apreciarse sus efectos desde otra perspectiva de la fijada por las convenciones. Cargo que pesa igualmente sobre nuestra hoja de coca, motivo de la legislación vigente desde 1978.

Al amparo de tal política, el Congreso Nacional en el año 2001, incluyó el cultivo de marihuana en el Código Penal, junto a la amapola del opio como punibles, obstáculo para su aprovechamiento por la población.

El reconocimiento de las virtudes medicinales de la marihuana especialmente, en Estados Unidos, ha venido a culminar un sostenido proceso de cambio en la opinión pública en la consideración del hábito.

Tal es el caso del Estado de Colorado con su permisividad total, generando una inesperada riqueza en el Estado.

Claro que la marihuana medicinal debe estar reconocida plenamente, por encima de las leyes vigentes, sin dilaciones innecesarias. Pero al mismo tiempo, cabe precisar, que le corresponde al Congreso Nacional evaluar la situación de la marihuana hoy y la que podría ser si se suprimiera su cultivo y aprovechamiento en el Código Penal. Los necesitados de su uso medicinal en su presentación como aceite, podrían generar su producción artesanal con la debida licencia sanitaria para ello, en el caso que fuera puesto a la venta. Fácil solución sin los engorrosos y dilatorios trámites planteados por el proyecto de Ley.

La política de salud, desde hace medio siglo, ha venido respetando el estatus de “autoridad”, atribuido a expertos en “salud mental” en nuestro país, que mantiene la consideración del uso de la hoja de coca y marihuana como “drogadicción”. Esta imagen negativa hasta hoy, es la perspectiva convencional sostenida políticamente y popularizada por los medios de comunicación.

Todo el debate que se ha venido dando en los medios, tanto aquí como en el propio Estados Unidos, eluden sistemáticamente considerar la importancia de la mirada psiquiátrica que sostiene la política represiva del Estado. Desautorizar la voz psiquiátrica, sin embargo, es demasiada pretensión si no fuera necesario en bien de la salud pública, al mantener la ciega política “sanitaria” que lleva a destruir cultivos. 

Me fundamento en el resultado de un trabajo documentado sobre la coca, escrito hace veintisiete años en Perú Indígena 28, del Instituto Indigenista Peruano (1990), con el título Historia, Prejuicios y Versión Psiquiátrica del Coqueo Andino. Bien se podría preparar un informe con el título similar, esta vez sobre la marihuana. Una y otra han sido siempre grandes plantas medicinales como reconoció la medicina del Siglo XIX que se están valorizando hoy y que sólo la miopía de la mirada psiquiátrica desconoce.


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