Nuestros pueblos, durante milenios han enfrentados los retos de la naturaleza recurriendo al apoyo de la hoja de coca, fuente de serenidad y energía. Es lamentable, por ello, que la política estatal, de espaldas a nuestra tradición, la mantenga marginada de los planes de desarrollo y que en las actuales circunstancias no la considere siquiera en apoyo de la población afectada.
Venga el comentario frente a la problemática de la llamada “salud mental” que preocupa al mismo doctor Elmer Huerta, quien el sábado pasado entrevistó en RPP a una autoridad de la psiquiatría nacional, frente a los trastornos nerviosos provocados por la catástrofe especialmente en nuestro norte.
Debido al escaso número, no mayor de 800 miembros de tal profesión médica, se terminó invocando el apoyo de psicólogos, antropólogos y sociólogos para atender a la población afectada. Naturalmente (pues eran dos autoridades formales) no se mencionó siquiera a ninguna de las plantas que atendería a nuestros pueblos mejor que todas las drogas recetadas por médicos y psiquiatras. Irónica ignorancia en la que incurren en el campo de la “salud mental”.
El poder de nuestra verde coca es tal que, a la par de elevar nuestro ánimo y darnos fuerzas en la altura como en la costa, a muchos nos hace sentir andinos en el espíritu, capaces de emprender cualquier obra.
Espero que nuestra coca norteña no haya sido afectada por las lluvias. Debiera ser un recurso de emergencia para los miles de ciudadanos del campo y la ciudad, quienes apreciarían su ayuda para responder con vigor como fue en el pasado.
Debido a la necesidad de salud, en la actual situación, se debe cambiar la actual política de “drogas”, salvando las plantas del Código Penal y restaurando el prestigio de la coca, tradición que debiéramos recuperar.