La historia del uso y siguiente desprestigio de la marihuana, presente en Internet, especialmente en YouTube.
Aunque ilustrativa, no sirve para entender lo sucedido en nuestro país. En nuestro caso su prestigio como recurso médico no fue afectado por la campaña terrorista sobre la “hierba que mata”, que invadió las pantallas de la televisión norteamericanas desde los años cincuenta. Aquí, al principio de dicha década, aún podían adquirirse en farmacia los cigarrillos de cáñamo del doctor Andrew (ver ilustración).
En nuestro medio, la sobrevivencia informal de su uso en los años cincuenta creció en los sesenta con el boom del hipismo y sus canciones propagandísticas, al tiempo que se incrementaba igualmente la represión que la marginalizó. Mientras se aprovechaba la marihuana colombiana, que se introdujo en el país durante los primeros años del Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas, aparecían también las intervenciones policiales y los controles en los aeropuertos. En 1978, bajo presión norteamericana, se dictó el Decreto Ley 22095, conocido desde entonces como “Ley de Drogas”, origen y sustento de toda la legislación represiva consiguiente, que incluyó a la marihuana.
Las campañas propagandísticas contra “las drogas” se institucionalizaron en los ochenta con la aparición de CEDRO y el apoyo de USAID, siendo respaldadas por personalidades de todo el espectro político, desde la izquierda democrática a la derecha conservadora. Engatusados por la propaganda, creyeron que su apoyo tenía altos fines. Paradójicamente, al mismo tiempo crecía el uso de marihuana, alentado por el progresivo reconocimiento de sus beneficios y ausencia de riesgos.
Hoy, con la existencia de Internet, es innegable la nueva perspectiva global de la mariguana como planta medicinal. Aquí, la Comisión de Defensa del Congreso de la República ha concedido al aceite de marihuana una libertad con candados (mejor dicho, una libertad con grilletes) acogiendo tres proyectos de Ley presentados. Ninguno de los tres cuestiona la condena de la mariguana en su uso habitual, llamado “recreativo”, que no por ser tal queda fuera de la ley, sino por considerarse dicho uso “drogo dependencia” o “adicción”, siguiendo etiquetas psiquiátricas. La estigmatización que lleva a incluir a la marihuana en el Código Penal no tiene sustento médico, sino el de una falsa disciplina médica, no experimental, basada en una doctrina trasnochada.
Pasar a apoyarse en el estricto criterio de la medicina experimental y no en la falsa medicina representada por la psiquiatría, ampliamente denunciada en el mundo de hoy (ver, por ejemplo, los diversos videos de Dr. Thomas Szasz en Youtube), significaría una “revolución científica” (Thomas Kuhn, 1962), superando falsos “paradigmas”. Ojalá que la Comisión de Salud, siguiente instancia que ha de ver esta semana los referidos proyectos, estuviera abierta a dicho cambio que normalizaría el cultivo y uso de marihuana entre toda la ciudadanía.