Desde años atrás se celebra en diversas ciudades del mundo la marcha mundial de la marihuana (MMM) el primer sábado del mes de mayo. Así ha sido en Madrid como lo ha sido en Buenos Aires y Santiago, entre otras capitales. Aquí en Lima, he asistido a todas ellas, aunque el año pasado llegara tarde, pues había sido disuelta brutalmente por la fuerza del orden, frustrando así la reunión final en la Plaza Francia. 

Recuerdo que como única disculpa el entonces ministro Basombrio comentó que la intervención podría haberse hecho mejor (¡). Sin embargo se logró la atención del Ejecutivo hacia las madres que reclamaban marihuana medicinal para el tratamiento de sus hijos. De allí el proyecto de ley enviado al Congreso, limitado entonces a la importación, bloqueando al auto sostenimiento por las familias y su abaratamiento produciéndola en el país. Modificado por las comisiones respectivas, abriría otras posibilidades, incluyendo la producción debidamente registrada y sometida a múltiples candados para evitar la legitimización de su uso “recreacional” y se estaría reglamentando recién ahora, un año después de los sucesos. 

Naturalmente que las reconocidas virtudes medicinales del aceite de marihuana, respaldadas por el mismo Colegio Médico, ha incrementado enormemente su demanda, la que está siendo atendida informalmente en el mercado local. 

Felizmente en el país no todo depende del gobierno siempre dispuesto a postergar lo esencial. En este caso, estamos hablando de la misma marihuana como un cultivo “tóxico” o simplemente, enfrentamos la verdad, puesto que se trata de una planta medicinal, reconocida así por la farmacéutica en el Siglo XIX, hasta su estigmatización por el sacerdocio laico de la prestigiada psiquiatría.  

El cáñamo o marihuana, es una planta de usos múltiples, que desde la prohibición del alcohol como combustible para el funcionamiento de motores, tal como ensayó el mismo Henry Ford, pasando por la producción de papel y su uso en la textilería, aparte de sus beneficios para la salud humana. Mantenerla en el Código Penal es una irresponsabilidad que es necesario denunciar abiertamente.